El fútbol base en Castelló durante la posguerra (I)

Quienes no vivieron aquellos años de tristeza, luto, estraperlo y cartillas de racionamiento, existentes después de la guerra civil 1936–1939, nunca entenderán cómo se jugaba al fútbol en tiempos tan difíciles; pero lo que ahora es conocido como el deporte rey, era el juego preferido por los niños, a pesar de los pocas o nulas  facilidades que nos daban cuantos tenían la obligación de impulsar cualquier actividad lúdica o deportiva.

En el caso de nuestra ciudad, quizás el haber ascendido nuestro CD Castellón a la primera división del fútbol nacional el primero de octubre del año 1940 y mantenerse en la más alta de las categorías nacionales durante seis temporadas consecutivas o incluso el que durante aquellos años, numerosos futbolistas del primer equipo albinegro habían nacido o descendían de la capital de la Plana contribuyera a ello, pero la realidad fue que, sin disponer de ninguna instalación pública para la práctica de lo que durante aquellos tiempos como consecuencia de las leyes de la época, se conociera como balompié, jugar con una rudimentaria pelota de trapos constituía el mejor de los juegos para los niños en tiempos de posguerra.

EL BALOMPIÉ DURANTE LA DECADA DE LOS AÑOS CUARENTA.

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Cuando nuestras poblaciones ya estaban limpias de la tierra que se había extraído del subsuelo para construir refugios antiaéreos y apenas quedaban escombros de los inmuebles destruidos por los obuses de la aviación, cualquier plazoleta o calle eran lugares adecuados para quienes hacían del balompié el mejor de los juegos. Durante las mañanas en lo patios de los colegios y por la tarde al llegar de la escuela, lo primero que solían hacer, después de recoger “la rua” que tradicionalmente constituía la merienda de los más pequeños, era formar dos grupos con los niños y jovenzuelos que vivían en el vecindario, para que se enfrentaran en número indeterminado, hasta que cada una de las madres de todos ellos, salían a las puertas de sus casas para decirles que el plato de sopa o hervido de verduras estaba sobre la mesa. Era la hora del parte en Radio Nacional y toda la familia debía sentare en silencio, junto al receptor para cenar.

Mientras los mayores de cada casa escuchaban las noticias, los pequeños recordaban las incidencias del encuentro que habían disputado aquella tarde en la calle. Los componentes de ambos equipos se habían elegido “tirándonos al peuet”. Como era normal, en cada uno de los dos grupos figuraban algunos “jugadores” que apenas sabían andar y otros que presumían de tener vello en sus piernas, así como en otros lugares que se negaban a mostrar. El calzado que utilizaban era el mismo que usaban durante todo el día. Unos pocos disponían de botas heredadas de sus hermanos mayores y claro, aquellos eran los primeros elegidos por los dos capitanes, para formar parte de cada uno de los dos equipos ya que, como es lógico, con aquel calzado fuerte y más alto, le daban más fuerte a la pelota, mientras que con alpargatas, apenas podían mover aquello que denominaban pelota, pero no era más que un “bulto” más o menos esférico, cuyo interior estaba formado por trapos que se recubrían por alguna goma procedente de las cámaras pinchadas de alguna bicicleta.

Se jugaba al balompié en cualquier lugar, pero todos preferían disputar los partidos en la calle donde vivían, aunque  como de costumbre, siempre solían ser amenazados por alguna vecina dispuesta a echarles el agua de un cubo, desde la ventana de su vivienda si hacían demasiado ruido o incluso eran capaces de acercarse hasta el Ayuntamiento para  traer un “guardieta”; aunque no solían hacer demasiado caso, puesto que en cualquier otro sitio podía ocurrir lo mismo, ya que tanto en las calles como en las plazas, estaba prohibido jugar al balompié y cuando alguien con uniforme y gorra pasaba por allí, no dudaba en requisar la pelota o incluso se dirigía al domicilio de cualquiera de quienes jugaban para hablar con su padre quien quitándose la correa con la que sujetaba sus pantalones le daba varios golpes en el culo.

A pesar de ello, los más expertos insistían en que era mucho mejor jugar cerca de casa ya que allí  guardaban piedras gordas con las que formaban las porterías, mientras que en otros lugares, debían buscarlas por los alrededores. El terreno de juego, es decir: la zona por donde transitaban los carros y bicicletas, normalmente estaba embarrada aunque no lloviera, porque al no existir alcantarillado, los líquidos procedentes de las pilas, orinales y lavaderos se vertían desde las viviendas a la calzada.

Todos conocían y admiraban a los buenos jugadores. A los peores nadie los elegía hasta cuando ya no quedaba nadie más. A pesar de tan rudimentarias pelotas y el deficiente estado del terreno, existían guardametas a quienes parecía imposible meterles un gol y delanteros que tenían una gran habilidad para introducir la pelota entre las dos piedras que hacían de postes. Solo existían dos posiciones: porteros y jugadores. A los primeros les solían llamar guardametas. Eran los niños más pequeños y normalmente se volvían de espalda cuando temían recibir algún golpe de la pelota lanzada por alguno de los contrarios de mayor edad, sobre todo, si calzaba botas.

Como era natural, como la mayor parte de las viviendas no disponían de agua corriente, al llegar los niños a su casa solo les quedaba tiempo para cenar y marcharse a dormir a eso de las diez de la  noche. Tan solo los sábados, en una “tina” de las utilizadas para lavar, con una pastilla de jabón y espartos de los de fregar platos, las madres trataban de quitar la “roña” de las rodillas a sus hijos, mientras solían advertirles que trataran de evitar lanzarse al suelo con tanta frecuencia.

 

   LOS COMIENZOS DEL FÚTBOL ESCOLAR

Alrededor de 1950 comenzaron a organizarse campeonatos denominados escolares, en algunos deportes.  Para ello, el profesor de Educación física de cada centro docente o en ocasiones el de la asignatura conocida como Formación del Espíritu Nacional, aunque todos le solían llamar Política y que solían ser miembros del denominado Frente de Juventudes, se encargaban de seleccionar equipos de distintos deportes como: balón bolea, baloncesto y fútbol. Incluso en algunos lugares existieron también de hockey sobre patines, tal como se hizo en Castelló al existir en el Estadio Castalia una pista para la practica de esta modalidad deportiva en la que el  equipo nacional de España se proclamó en 1951 por primera vez en la historia, Campeón del Mundo en esta especialidad con un equipo entrenado por Juan A. Samaranch y formado por jugadores que se hicieron tan famosos como: el portero Soteras, Zaballa, Orpinell o Trías. Aquel campeonato se disputó en Barcelona del 1 al 10 de junio de aquel año.

Artículo de Miguel Pastor para Castellón Base. En los próximos días publicaremos la segunda parte.

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