Millonésimas de segundo

Lee esto con detenimiento y deja de lado lo que estés haciendo ahora mismo. ¿Estás
sólo? Si no es así, apártate y busca un rincón agradable. Nos encantaría que fueras
capaz de entender estas palabras, ya que son el fruto de muchas charlas entre tus
entrenadores acerca de ti. Vamos a tratar de explicarte por qué somos tus
entrenadores y confiamos en que estas pocas hojas te sirvan de impulso en tu
crecimiento como jugador, hombre y persona.
Piensa que no estamos con vosotros por obligación o porque el destino es tan
caprichoso que ha decidido cruzarnos. Somos conscientes de lo diferentes que
podemos llegar a ser de ti, pero tampoco es el motivo. Somos vuestros entrenadores
porque nos encanta el fútbol y, principalmente, porque habéis sido capaces de
provocar muchas veces en nosotros ese sentimiento que engancha tanto en el mundo
del fútbol. Es cierto, a nosotros nos hace sentir muy vivos todas las semanas cada
balón que recuperáis después de una larga carrera, cada remate de cabeza midiendo
bien el tempo, cada sprint de locos cara a puerta dejando atrás a los rivales, cada
control académico, cada estirada hacia un palo alargando los dedos hasta el extremo,
cada despeje con autoridad, cada chillido sacando la defensa, cada centro medido al
punto de penalti, cada falta que pasa por encima de la barrera, cada despeje de puños
o salida de la portería, cada permuta de posición guardando el sitio al compañero,
cada arrancada para ir a por un balón dividido, cada segada, cada regate con clase…
y no pararía de escribir lo que hace que a vuestros entrenadores, por unos breves
segundos de un aburrido sábado, se les detenga el tiempo sin poder mediar palabra.
Realmente es complicadísimo describir estas situaciones y ojalá las hayáis
experimentado o las sintáis alguna vez en vuestra vida, porque es maravilloso. Por
un instante brevísimo es como quedarse bloqueado, sin tener la posibilidad de
distraerse con cualquier otra cosa o poder siquiera apenas articular movimiento.
Expectación máxima y orgullo elevado a la quinta potencia.
Supongo que estaréis pensando que tengo un camello muy bueno y que después del
entrene he ido a hacerle una visita… Pero no, me hallo en pijama frente al ordenador
con una coca-cola y un pitillo, mientras escucho “push it to the limit”, intentándoos
explicar por qué somos vuestros entrenadores y tenemos tanto interés en que
aprendáis lo que es el fútbol. Por si no lo sabéis todavía, nosotros somos muy
tozudos y, con el tiempo, os daréis cuenta de que tiene más chicha que un simple
deporte. Pero vayamos despacio y con buena letra. Por cierto, no fuméis tabaco
nunca, es una mierda.
Os estoy intentando explicar esa sensación que provocáis en nosotros algunas veces
y que, en el fondo, es la razón por la cual tenemos una ilusión enorme por sentarnos
en el banquillo cada sábado. Esos segundos son increíbles, verdaderamente es como
si se detuviera por un momento el tiempo y desconozco totalmente el motivo.
Supongo que es algún tipo de proceso químico que libera el cerebro, pero ni soy
neurólogo, ni a vosotros os entusiasma a estas horas la ciencia. Os hablamos de
microsegundos, evidentemente nunca nos veréis en estado catatónico por muy bien
que chutéis, por ejemplo, una falta. Y si nos vierais así espero que llaméis a una
ambulancia porque os aseguro que no sois capaces de tanto.
La cosa radica en que si os fijáis con detenimiento podréis observar que ninguna de
esas acciones antes mencionadas resuelve un partido. Ninguna ha acabado en gol o
salvado uno. Ahí está lo cojonudamente grandioso, que durante ese lapso ínfimo de
tiempo en el cual ese balón sale de vuestra bota y logra sobrepasar una barrera llena
de adolescentes imberbes, para nosotros, hombres de fútbol, es el instante en el cual
se cristaliza esa emoción. Todo es muy rápido y, si la jugada acaba en gol, se
mezclarán las emociones asemejándose unas con otras. Parecerá que la euforia es
únicamente producto del tanto que sube al marcador, pero sabemos que no. Para
vuestros entrenadores hay un mundo entre que el balón toca la red y el momento en
el cual acaba de superar la barrera dirección a portería. Existen años luz entre tocar
un balón para robarlo y dar el primer paso para conseguirlo. Pasan siglos entre caer
al suelo con el balón entre las manos y el grito sordo que se lanza para atajar ese
balón en el área. Porque ahí está la clave, sea gol o no, robéis una pelota o no,
atrapéis la bola o no, paréis un penalti o no, rematéis bien de cabeza o no, durante un
microsegundo parecerá que estáis realizando la misma acción que nosotros
haríamos. Estaréis materializando nuestro deseo y esperanza en un acto. En
definitiva, nos bastará. Mira lo poco que te pedimos aparentemente. Que nos
demuestres que quieres jugar, que en ti hay lucha. Declararás que vives una pasión,
un sueño. Si continúas la lectura podrás ver que quedarán demostradas muchas más
cosas.
Te estarás cuestionando si realmente nos satisface solamente eso. La respuesta es un
sí rotundo, porque estáis aprendiendo y porque no os pedimos más que dar la cara
por nosotros dentro del campo, que seáis nuestra voz, nuestras piernas. No podemos
salir a jugar por vosotros. Ojalá pudiéramos, os aseguramos que morimos de envidia
sana cada vez que os vemos porque nos recuerda ese tiempo en el cual no había
prácticamente responsabilidades, la inocencia recorría nuestro espíritu y todo parecía
vivirse ultra rápido, como si por sangre fluyera entre las venas nitroglicerina. Pero
qué ganas teníamos de aprender y de pasarlo bien con una pelota, Dios mío. En el
parque, por la calle, en los pasillos del instituto, durante los patios, por casa de la
abuela… Todo el santo día pateando cosas: latas, pelotas de papel alval, bricks de
zumo, cabezas de la Nancy de nuestras hermanas… esas horas y horas en una placeta
jugando hasta que anochecía y te dabas cuenta de que era la hora de volver a casa y
contar a todo el mundo el golazo que habías metido por la escuadra de un banco o
una puerta improvisada a modo de portería.
Somos vuestros entrenadores porque nos vemos reflejados en vosotros. No creáis
que a vuestra edad sabíamos jugar bien. Es más, todavía hoy, no sabemos hacerlo,
pero conocemos el secreto para lograrlo y solo la experiencia nos ha podido brindar
ese tesoro. Cuánta rabia nos da no habernos creído antes lo que otros entrenadores
nos decían con los mismos años que tenéis ahora.
Créeme, no os exigimos resultados, sino actitud. Y no lo haríamos de no ver que
sois perfectamente capaces de alcanzar los objetivos que os marcamos. Más sabe el
diablo por viejo que por diablo… y de fútbol regional sabemos un rato largo. Pero lo
más importante no es eso, es que comprendáis que este deporte os puede aportar
muchísimo más que una buena salud y unos cuantos amigos. Os enseñará que en la
vida no gana siempre el más bueno, que el mundo es para espabilados; que sin
preparación, sacrificio, esfuerzo y confianza no se llega a ninguna parte. No os
podéis ni imaginar la de veces que nosotros nos hemos parado en seco en un campo
de fútbol pensando: – Pero, y ¿yo que narices hago aquí? – Esto no me aporta nada. –
Joder cómo cansa esto, ¿no hay otra forma de hacerlo? – Estaría más a gusto delante
de la tv o de la PS4. – Mis amigos están de fiesta y yo aquí como un tontaina dando
vueltas a un cuadrado, etc. En realidad, el fútbol os hará libres y estás a punto de leer
por qué.
Vaya casualidad que ni él, ni yo, hemos escuchado más de lo debido a esas voces
que pululaban algunas tardes por nuestras cabezas. ¿Qué pasó entonces para no dejar
de jugar a fútbol hasta que el cuerpo diga basta? Pues que caímos en la cuenta de
que todo esfuerzo tiene su recompensa, que la satisfacción de luchar por algo
dejándote la piel día a día sacia de verdad, que pertenecer a un grupo donde todos se
ayudan mutuamente es muy humano y cada vez más raro en este planeta.
Descubrimos lo que es acostarte por la noche en la cama sin poder mover un
músculo del cuerpo, pero esbozando una sonrisa por el sentir del deber cumplido. El
deporte rey nos enseñó qué es la superación personal, la disciplina, el orden, la
jerarquía, el respeto, el honor, esa picaresca tan española. Aprendimos a
comunicarnos, a diferenciar lo que es un compañero de verdad, a dar la vida por él
etc. Nos dimos cuenta del amor de esa persona que siempre te lleva a entrenar, a los
partidos; que te observa cada sábado llueva, nieve o truene; que te aconseja y te
corrige con el mismo amor con el que te compra unas botas nuevas cada temporada.
¿Crees que esa persona no siente devoción por ti cuando le regalas esos
microsegundos?
Por supuesto que el fútbol no es el único camino para descubrir todo esto, será por
disciplinas bonitas que tenéis al alcance hoy en día que os aporten lo mismo. Pero
ahora estás aquí amigo, sí, tú. A punto de jugar un partido de fútbol, a nada de
empezar una nueva batalla que te definirá como hombre o como persona tibia. Que
te hará libre o esclavo de tus miedos, inseguridades, egoísmo o miserias.
Escúchame, somos vuestros entrenadores porque queremos enseñaros a crecer. No
estamos para fastidiaros, ni para serviros todo en bandeja de plata. Debéis saber que
las cosas que uno anhela en esta vida hay que ganárselas con sudor y sangre. Os
garantizamos que no hay nadie a quien más le duela tener que castigaros en un
entrenamiento o reñiros en mitad de un partido que a nosotros dos. Porque quien
bien te quiere, te hará llorar y nosotros necesitamos que alarguéis la mano, metáis el
pie, gritéis los sábados por nosotros. Es muy triste ver cómo han pasado volando los
mejores años para jugar a este deporte. Vuestros entrenadores son incapaces de
correr como vosotros, no podemos caer y rebotar en el suelo como vosotros sin
rompernos algo, ya nos cansamos mucho antes, ni podemos jugar tan seguido. Es
muy triste pensar que siempre pudiste alargar aquel día un poquito más la pierna o la
mano, haberte pegado una carrera más o haber puesto más empeño en mejorar
aquello en lo que flaqueabas. Pero tú eres el que aún tienes nitroglicerina por las
venas. Eres hoy, ahora, eres el presente más inmediato y tienes esas malditas
millonésimas partes de un segundo delante de tus narices.
Nosotros hemos aprendido a encajar las frustraciones, hemos paladeado bien el
sabor de la derrota porque supimos, a través del fútbol, que la vida está llena de
decepciones como en los 90 minutos de cada sábado y sólo el que las acepta y se
sobrepone tiene más posibilidades de ganar. Vuestros entrenadores han tenido mil
llagas más que vosotros entre los dedos de los pies, han comprendido el valor del
sacrificio y los beneficios que reporta. Jamás oiréis salir de nuestra boca que nos
arrepintamos de todas aquellas horas detrás de un balón, aquellas charlas infumables
de entrenadores que desvariaban, esos castigos severos de época, aquellas lloreras en
casa con el tobillo como un flan, jamás. Porque todo eso nos hizo ganadores y, ¿Qué
es, en realidad, un jugador de fútbol? Pues exactamente eso debe ser: Un ganador,
un hombre que se viste por los pies cada mañana.
No es hora de que imaginéis que somos una especie de superhéroes victoriosos, ni
que alcanzamos a saber toda la verdad o el conocimiento que conduce a la
realización personal. Tenemos nuestras miserias, como cualquier ser humano.
Vuestros entrenadores han perdido infinidad de partidos como jugadores. Y pierden.
¡Madre mía, no he ganado ni una liga en mi vida y he descendido a 3 equipos! Pero
cada sábado nos íbamos, y continuamos haciéndolo, como ganadores. Porque puede
que no metamos siempre goles de falta, o de cabeza, o en sprint contra el portero. Es
verdad que no siempre alcanzamos a robar un balón, o a sacar la defensa con orden
y rapidez. Realmente pocas veces regateamos con elegancia, pero logramos que a
nuestro entrenador se le pare el tiempo por un microsegundo siempre que tenemos la
posibilidad de hacerlo. Te diré una cosa: en la vida el que va a muerte es el que se
lleva ese microsegundo. Y sé que si queda vida en mí es porque aún quiero luchar y
morir por ese microsegundo. Porque vivir consiste en eso.
Esa es la única diferencia entre sentirte vivo en un campo de fútbol o muerto; ese
maldito microsegundo es lo que te definirá como hombre que se viste por los pies
cada mañana y se unta desodorante de Rolón Williams para ir al trabajo/colegio; esa
millonésima de segundo es la que te va dejar dormir en paz cada noche, la que os
consagrará como ganadores en la vida. En casa, en el trabajo, con tu pareja, con tus
amistades, frente a tus retos y metas… ¿Sabes ya por qué somos tus entrenadores? Y,
ahora, ¿qué vas a hacer?
No dudes en volver a leer estas palabras cada vez que caigas. En la vida no cuentan
los tropiezos, sino los impulsos que consiguen levantarte. Por si no lo sabes, el
mayor instrumento del cual se ha servido la evolución en este planeta es el error.
Esperamos que te sirvan y que puedas ponerlas en práctica, pues nada nos haría más
felices que haber contribuido a tu crecimiento como un verdadero ganador.

Artículo de los entrenadores del CD Moreres dirigido a sus jugadores

 

Ripotenis