Resulta paradójico que en este mundo hiperconectado en el que todos, sobre todo los adultos, nos quejamos de que vivimos demasiado conectados a las pantallas y demasiado poco a las personas, haya tenido que venir un virus a pegarnos una bofetada que nos ponga los pies en el suelo y nos recuerde lo qué de verdad importa.
Mucho vamos a aprender todos de la situación que estamos viviendo, y eso nos tiene qué hacer ver el vaso medio lleno dentro de la gravedad de la situación. Medio lleno porqué de repente está floreciendo lo mejor de las personas, la solidaridad de aquellos que no dudan en regalar su esfuerzo o sus recursos a los que más lo necesitan, la creatividad para tratar de aportar soluciones a los problemas que nos asfixian o la imaginación que nos lleva a inventar mil y una actividades diferentes para entretenernos en estos encierros gracias a don Covid-19.
A falta de fútbol, las redes se inundan de toques con rollos de papel higiénico, y aunque ciertamente no es lo mismo, pues la verdad es que entretiene. De repente ha nacido una unidad inédita entre todos que nos ha llevado a quedar en los balcones a las 20h todos los días para aplaudir a esas personas que están luchando en primera fila contra la enfermedad, ¿quién lo hubiera dicho? ¿quién hubiera pensado que sería necesario vernos tan separados para unirnos tanto? Pero con eso es con lo que nos tenemos que quedar, porqué esto pasará, tardará más o menos pero pasará, y volverán esos abrazos que habíamos dejado apartados por las pantallas, volverán esos cafés con los amigos que tanto nos costaba concertar, volverán el jolgorio y las carreras de los niños en los parques, y por supuesto, volverá a rodar el balón por los campos de fútbol. Y cuando todo esto vuelva, y hayamos aprendido todo lo que vamos a aprender, nos acordaremos de aquel tiempo en el que nos tuvimos que separar para estar más unidos que nunca.
Artículo de Sergio Farré Robador. Colaborador de Castellón Base.
