Los torneos son «pequeños sueños»

En tertulias de bar y sobremesas familiares es común el debate sobre la importancia que se le da al fútbol. Hay a quien le gusta decir que es lo menos importante de las cosas más importantes. Pero hay una cosa que es innegable, y es que el fútbol es una fábrica de sueños. Y no necesariamente de sueños grandes de esos a los que solo pueden acceder un 1 % de los niños que juegan, si no de pequeños sueños.
Sueños como los que han podido vivir muchos niños esta semana santa en el MIC Football celebrado en Girona.
Uno de los torneos de fútbol base más grandes y prestigiosos del panorama internacional donde se dan cita cientos de equipos de todo el mundo y que cuenta siempre con la presencia de las mejores escuelas de la élite mundial.
Probablemente la experiencia más cercana al fútbol profesional que muchos jóvenes futbolistas vivirán, con concentraciones en hoteles, traslados en autobús al campo de fútbol y la posibilidad de compartir césped con algún equipo de la élite europea. Porque para chavales de esos equipos de renombre quizá todo esto sea cotidiano, pero para chicos que, en algún caso, estaban jugando no hace tanto en segunda regional de su provincia, todo esto es en realidad un sueño del que no quieren despertar.
El viaje con el equipo, que durante unos días se convierte en su familia, compartir habitación con compañeros de equipo, sus entrenadores que les «controlan» la dieta, las revisiones continuas a los resultados de sus posibles rivales, ese gusanillo en el estómago antes de cada partido, esa sensación de competir de tú a tú a un equipo teóricamente superior, consolar al compañero en el error y, el trofeo más preciado, esa posibilidad de cruzarte con el Barça, el Atlético de Madrid o el Liverpool, donde probablemente se encuentre mas una futura estrella del deporte rey alimenta durante esos días el sueño de conseguirlo.
Después llega la realidad, las eliminaciones, el no poder disputar ningún partido contra aquellos que te hacían ilusión y la decepción de la derrota, pero incluso esa cara más amarga es parte imprescindible para cohesionar al grupo, hacer más equipo y definitivamente convertirse con el tiempo en parte de un recuerdo inolvidable de aquel torneo en el que, por una vez, se sintieron futbolistas profesionales.

Artículo de Sergio Farre es colaborador de Castellón Base y padre de un jugador del Cadete A Benicarló BF participante en el MIC Football